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En 1952, recién arribado a Glew, Manigrasso hechó mano in- mediatamente a una incansable producción de sus coloridas piezas artísticas, a la vez que conoce a su primera esposa. ¿En qué momento se abren las puertas de su gran taller-museo des- pués de haber estado cerrado durante diez años, a causa de su muerte acontecida en el año 2004? “Sus puertas se volvieron a abrir –responde Analía–, en 2013, en el mismo lugar donde fue su casa y taller, en esta hermosa casona del año 1900”. El museo cuenta con seis salas, y en una de ellas, se pueden ver las herramientas que utilizaba el artista, como una cámara de fotos, ánforas, cuadros, su escritorio y el delantal, “que no se lava, aclara Analía, “porque allí queda el alma del artista”. Despojado de toda ayuda estatal, el museo se sostiene con un bono contribución de los contingentes de turistas, colegios y profesorados superiores. Pero no están exhibidas todas las piezas producidas por falta de espacio; hay más trabajos que se mantienen cuidados y guardados bajo un sistema de se- guridad. Las piezas se elaboraban con arcilla que Manigrasso hacía traer especialmente desde el puerto de San Julián (Santa Cruz), por considerarla la de mejor calidad; luego era molida y colada en baldes, mientras que los pig- mentos naturales para pintar llegaban desde Misiones. ¿A partir de que paso Cósimo creaba sus piezas? “A partir de su torno patero o rueda egipcia”, aclara la curadora; “se llama patero porque hay que patearlo para que funcione.” La tradición histórica de Toscana encontró su recreación en esta ciudad de la provincia de Buenos Aires. El brillo y sus colores forman un gran aporte al partido de Almirante Brown.