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HOMENAJES
Llevan su nombre una localidad cercana a la ciu- dad de La Plata, una estación de la línea D del servicio de subterráneos de Buenos Aires, una calle del barrio de Belgrano y una estación del fe- rrocarril General Roca. Pero tal vez su homenaje más emotivo sea el festejo del Día de la Tradi- ción los 10 de noviembre de cada año (fecha del nacimiento de José Hernández). Se trata de una esta gauchesca que se reproduce a lo largo y a lo ancho del país.
Las principales obras de José Hernández son La vida del Chacho Peñaloza (1863), Los treinta y tres orientales (1867), El gaucho Martín Fierro (1872), La vuelta de Martín Fierro (1879) y la Instrucción del Estanciero (1881).
¿Qué aprendió Hernández en esa etapa de su vida? Descubrió cómo era la vida rural y también el cariño de los paisanos a través de la convivencia, en el marco del sistema de valores, lealtades y habilidades de la sociedad campesina. En cuanto a su vida militar, par- ticipó en varias batallas, entre ellas, la de Caseros –a las órdenes del general Urquiza–, la de Cepeda y la de Pavón. Después de abandonar el ejército por cuestio- nes políticas, se dedicó a la compraventa de campos, para lo cual se instaló en una o cina en la calle Tacua- rí 17, en un negocio denominado Librería del Plata. Como a liado al Partido Federal Reformista, incur- sionó en el periodismo, escribió para varios medios –entre ellos, La Capital, de Rosario– y llegó incluso a trabajar como taquígrafo en el Congreso Nacional.
LA BATALLA LITERARIA
La pasión por la literatura gauchesca no tuvo lími- tes para Hernández, a tal punto que los siete cantos y medio que aún perduran de la primera edición del Martín Fierro los escribió en una libreta de las que se usaban en las pulperías.
De todos modos, su obra literaria se había iniciado mucho antes de ser publicado ese gran canto al gau- cho. En 1855, escribió la Vida del Chacho Peñaloza,
una obra en la que critica a Sarmiento, con quien mantenía posiciones enfrentadas. Pero hay un trabajo de Hernández que aún hoy tiene vigencia para muchos estancieros. En 1881, mientras era senador provincial, el gobernador Dardo Rocha le encargó que escribiera un libro sobre las probabilidades económicas del campo argentino, con consejos para los mayordomos de estancia; para ello, le ofreció un sueldo de 17 000 pesos y un viaje de conocimiento a Europa y Australia.
Hernández rechazó la oferta y, sin salir de su casa, escribió una obra que hoy día sigue teniendo vigencia (salvando la incorporación de la tecnología): la Instrucción del Estanciero. Más adelante, se editaría el libro Los treinta y tres orientales.
Proscrito por Sarmiento, Hernández se escondió durante un tiempo en el Gran Hotel Argentino (casi frente a la Casa de Gobierno) y allí escribió algunos poemas de amor, que fueron recopilados después de su muerte. Sin lugar a dudas, su exitoso destino literario estaba marcado. El 28 de noviembre de 1872, el diario La repú- blica inició la publicación del Martín Fierro por entregas, y en diciembre de ese mismo año, la obra se editó con formato de libro. Resultado: comenzó a venderse inmediatamente en las zonas rurales con un éxito arrasador.