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servicios de pesca, paseos lacustres y ca- minatas. Además, en invierno, los turistas subían al cerro Dormilón para esquiar. En aquella época, las vacaciones no duraban menos de veinte días.
Poco después del suicidio de Primo Ca- praro, deprimido por la crisis económica mundial, su hijo Francisco con su espo- sa Emma Aguad se hicieron cargo de las operaciones del hotel. En el momento de mayor esplendor, en 1936, iniciaron la construcción del primer edi cio de mampostería. El progreso no se detuvo, pero el edi cio culminó su crecimiento. La creación de nuevos hoteles y hoste- rías en Bariloche, que competían con
el Correntoso, hizo que en los inicios de los
años setenta los Capraro decidieran venderlo. En manos de la Misión Lanteriana, el hotel continuó su declinación y abandono, hasta que también decidieron venderlo.