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ración en el área cientí ca y tecnológica, que registra anteceden-
tes excepcionales en el campo nuclear.
Cuando los presidentes Alfonsín y Sarney rmaron el Acta de Inte-
gración Argentina-Brasil en 1986, dispararon un proceso de crea-
ción de comercio entre los dos países que se convertiría, unos
años más tarde –a partir de 1991–, en la columna vertebral del
Mercosur. Esa es hoy nuestra primera y principal plataforma de
acceso a la economía global, como lo evidencia la negociación
Mercosur-Unión Europea, que tiene chances ciertas de nalizar
exitosamente en el corto plazo. Es bueno que así sea, para darle
a la Argentina un punto de apoyo en su proyección internacional
que mejore sus perspectivas de negociación e integración global.
Tal y como ocurría a mediados de los ochenta, el comercio inter-
nacional está creciendo por debajo del PBI global. Se trata de un hecho poco frecuente que merece atención y dedicación si queremos fortalecer las chances de progreso de nuestras sociedades.
Como lo hicimos entonces con la iniciativa de integración con Brasil, es importante que Argentina participe activamente de los foros globales –como lo hará recibiendo la reunión anual de la Organización Mundial del Comercio este año y del G20 el año próximo– presentando propuestas y promoviendo ideas que aseguren que la globalización sea un buen negocio y una fuente de oportunidades para todos.
BRASIL ES EL PRINCIPAL DESTINO DE NUESTRAS EXPORTACIONES Y UNO DE LOS PRINCIPALES INVERSORES EXTRANJEROS EN LA ARGENTINA.
En dos ocasiones fue director general de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (1997-2005, ONUDI). Además, fue secretario de Industria de Argentina y su representante económico y comercial en Washington D. C. (1993-1997). Fundó Prospectiva 2020 y Global Business Development Network, integró directorios y comités de empresas y ONG en América, Europa y Asia, y es coautor del libro Llegar al futuro, recientemente publicado.
* Embajador de la República Argentina en Brasil.