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En el seno de la UNESCO, en París, Francia, se ha instaurado la selección y elección de aquellas expresiones que son declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, con el obje- tivo de darle un lugar preponderante a las que forman parte de las tradiciones. Se trata de ma- nifestaciones vivas de nuestros antepasados, transmitidas a los descendientes en formas de artes de espectáculo y prácticas relativas a la naturaleza que fortalecen la diversidad cultural. La provincia de Corrientes –los correntinos hablan risueñamente de la “República de Corrientes”– dis- fruta de este logro extraordinario. Ocurre que el chamamé no es solo una danza o música, sino una expresión cultural ancestral, que se ha transmitido generación por generación y que ha sido motorizada por todo aquello que la UNESCO demanda para esta declaración. La influencia guaraní y europea Los chamamaceros sostienen que nació en el siglo XVI, aunque esto no puede ser comprobado de for- ma histórica. Eso sí: la corriente más fuerte que existe en estos días es la que sostiene que el chamamé es de origen guaranítico, es decir con raíces indígenas guaraníes ya que la base musical es propia de esas tierras. A esta base musical, con el tiempo, se le agregaron influencias jesuitas y europeas. De esta forma podría definirse como un ritmo originalmente indígena, perfeccionado con el tiempo gracias a las distintas influencias que tuvo. Lo guaraní se puede ver, por ejemplo, en el “Sapucai” (grito característico del chamamé), y lo europeísta en el acordeón, ya que cualquier grupo de chamamé tiene un acordeón, un bandoneón o ambos instrumentos. Un dato interesante: según el historiador Pocho Roch, un ex–gra- nadero de San Martín ya tocaba chamamé con guitarra y acordeón en 1841. Las primeras reducciones de la compañía de Jesús, establecidas en la zona guaraníticas hacia el año 1609, vieron que los aborígenes tenían su propia música. Y no sólo eso, también elaboraban instrumen- tos rudimentarios para acompañar sus danzas rituales y ejecutar motivos onomatopéyicos, instrumen- tos que representaban una gama de sonidos muy diversos y complejos, de difícil reproducción con los instrumentos conocidos por los europeos. Algunos de los instrumentos se perdieron a lo largo del tiem- po, tal como la congoera (una flauta grande hecha con hueso), el tururu (trompeta de asta de caña), la mburé (trompeta de tacuara), la guatapú (bocina para atraer los peces) la mbaracá (especie de guitarra cuya caja era de calabaza que tenía cinco cuerdas)y la mimby (flauta de tacuara, similar a la quena) y el cordófono (arpa). El chamamé se baila y escucha al son de una voz acompañada por un acordeón, bandoneón, piano, violín, guitarra y contrabajo. Típica de Corrientes, lo es también de Paraguay, noroeste de Uruguay y sur de Brasil, en especial en los estados de Río Grande del Sur y Mato Grosso del Sur, donde es muy popular gracias a la identidad gaúcha. Se trata de una danza muy alegre, en la que el bailarín y la dama tienen la oportunidad de lucir toda su habilidad y destreza si pretenden realizar todos los pasos de baile, cambios de figuras y zapateos. El bailarín debe seguir con gran atención la ejecución de la música, para ir adaptando a ella los adornos de su danza. Así, el buen bailarín inicia el zapateo cuando la música lo indica, realiza sus figuras y deja su compañera en sus floreos. Existen distintos tipos de zapateo, como por ejemplo el parara, taconeo, cepillado o escobillada y tacatataca. Un dato: el correntino jamás cambia de paso o de figura a destiempo y hasta su sapucai, festejando el final de una destreza, es siempre oportuno con los compases que marca su danza.