Page 52 - Argentime 113
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Esta es una historia de pioneros. De gente que le puso el pecho al trabajo después de navegar miles de kilómetros desde su patria querida en el Viejo Continente. “Mire –me cuenta Mauricio Keller, bisnieto de Alexander Gian– los colonos llegaron a fines de 1850, y no eran todos suizos del cantón de Berna, sino que había, también, italianos del Piamonte y algunos polacos entre- mezclados. Fue una verdadera epopeya. Fue algo así como si fuera la pequeña “Burdeos Argen- tina”, cierra Keller su emotivo relato. Y esta historia merece conocerse porque encierra diversas etapas. ¿Cuál era el estado del país por aquellos años? Eran tiempos de la Confederación Argentina, casi en los umbrales de la Generación del Ochenta. Estos europeos, que vinieron a poblar la provincia, traían como patrimonio cultural distintas modalidades para la elaboración del vino. Revisando nuestra historia des- cubrimos, por ejemplo, que el general Justo José de Urquiza cultivaba en su magnífico Palacio San José unas dos docenas de cepas. Fue así, que Urquiza, amante del buen vino, ayudó a estos colonos entre- gándoles sarmientos (vides) de Filadelfia. Estos sarmientos, aclimatados en Estados Unidos, dieron en nuestra tierra excelentes frutos, a los que luego se sumó la versión rioplatense del Tannat.  


































































































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