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Bueno, ¿y por qué no iniciamos de una buena vez la tan postergada construcción de un mun- do mejor? ¿Eh?”. Eso escribió en un sticker que aún permanece pegado en una de las ven- tanas de mi escritorio. Quienes lo conocimos, cuando llegaba a la redacción de la revista “7 Días” para entregar sus dibujos, no olvidaremos jamás la presencia de ese hombre sen- cillo y taciturno que cargaba en su cerebro tanta genialidad. “¡Llegó el Maestro!”, avisaba siempre el primero que lo veía entrar a la sala, y todos nos agolpábamos para leer las tiras. Mendocino de nacimiento, llegó al mundo el 17 de julio de 1932 y murió en su mismo terruño a los 88 años de edad. Falleció un día antes de que se cumplieran cincuenta y seis años de la publicación de su primera tira de Mafalda. Hijo de padres españoles, malagueños, su sobrenombre obedece a que la familia quería dis- tinguirlo de su tío, Joaquín Tejón, artista pintor y diseñador gráfico. Quino se cansó de dibujar ánforas y yesos en la Academia de Bellas Artes mendocina donde estudiaba y, a la edad de 18 años decidió viajar a Buenos Aires. Como siem- pre, la Capital era el imán elegido por muchos artistas del Interior para jugar su destino a suerte y verdad. El primer resultado no fue benévolo con él; durante tres años lo ja- quearon las penurias económicas al no poder encontrar un editor interesado en sus trabajos. Pero la taba se dio vuelta y en 1954, publicó su primera página de humor en el semanario “Esto es”. “Fue el momento más feliz de mi vida”, declaró, y a partir de entonces el panorama laboral se amplió a otras publicaciones como Leoplán, TV Guía, el diario Democracia, la revista Panorama, Damas y Dami- tas y otras.   


































































































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