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La mayor reserva de agua dulce del planeta tuvo su primer descubrimiento hace ya 200 años. Una cifra insignificante teniendo en cuenta que el resto de los continentes han sido habitados, en su gran mayoría, hace unos 35.000 años o más. Una de las teorías es que el primer avistaje de la Antártida, único e irrepetible, fue realizado por los expedicionarios soviéticos Faddéy Bellingshausen (Fabian Gottlieb, por su nombre de pila) y Mijaíl Lázarev durante la circunnavegación de los buques Vostok y Mirni entre 1819 y 1821. Por ello, Rusia organizó una expedición al continente -exactamente a la base Bellingshausen- donde se conme- moró la trascendencia del descubrimiento de un enorme continente de agua dulce, destacando que si se derritiese, el nivel del mar en el mundo se elevaría unos 60 metros, por lo que desaparecerían nume- rosas tierras que forman parte de los otros continentes. Como suele ocurrir con los avistajes de nuevas tierras, existe una controversia respecto de si realmente fueron los rusos quienes llegaron por primera vez al continente antártico. Ocurre, por ejemplo, con el descubrimiento de América: si realmente fue Cristóbal Colón el primero en llegar, o si antes fueron los vikingos. Otra de las teorías se basa en que el expedicionario español Gabriel de Castilla avistó la Antártida en 1603, luego de zarpar de Valparaíso, con el propósito de rechazar las incursiones de corsarios a pedido del virrey del Perú. Por ello, la base antártica de España fundada en 1989 en la isla Decepción lleva el nombre de dicho navegante. La disputa entre quién o quiénes descubrieron el Continente Blanco alrededor de 1820 continúa. Según opiniones de diferentes estudiosos se pudo haber tratado de un mercader británico, de un explorador y científico ruso, o de un cazador de focas norteamericano llamado Nathaniel Palmer, quien en 1821 lo avistó a lo lejos. La aviación llegó al Continente Antárti- co durante la década de 1920. Fueron el australiano Hubert Wilkins y el nor- teamericano C. Eielson los primeros en utilizar aviones entre 1928 y1929 para explorar la costa este de la Tierra de Graham. Por su parte, el estadounidense Ri- chard E. Byrd estableció en la Bahía de las Ballenas, cerca de la antigua estación de invernada de Amundsen un gran campamento, que denominó Little America, en la barrera de hielo de Ross. La pendiente de la barrera permitió el desembarco de 650 tone- ladas de materiales, necesarios para erigir la base antártica.